viernes, 28 de mayo de 2010


Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley sino juez.
Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿Quién eres para que juzgues a otro?.
Santiago 4:11-12


Creo que en términos generales, no se tiene claro lo que es la murmuración y lo que esto supone, tanto en nuestra relación con Dios como con el prójimo. Muchos se creen con el derecho y la autoridad de hacer sus comentarios sobre otras persona, denigrando, menospreciando y hasta calumniando con una tranquilidad que da miedo; pero muchas veces no admitimos que tal acción sin misericordia Dios la llama pecado de murmuración la cual trae graves consecuencias.

Cuando se toca a una persona para hablar mal sobre ella, está saliendo a relucir la falta de integridad y de amor de aquel que murmura. El que se respeta y ama a sí mismo considera a los demás en esa misma dimensión. Recurre a ese mal y feo hábito el que se tiene en poca estima y juzga y condena acarreando condenación a sí mismo.

Es la murmuración la plaga de los grupos y la que ataca en forma directa la unidad de los mismos; sea familia, trabajo, vecinos hasta la misma iglesia. ¡Tenga Dios misericordia y a tiempo redarguya a todas las que hemos usado nuestra lengua para murmurar!!

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